viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Cómo fue?

(Compuesta en 2003)

De finales de 1999 a finales de 2006, estuve profunda, apasionada, enervada, enajenada, celosa y delirantemente enamorado (ya sabemos que el enamoramiento puede convertirse en una especie de patología mental) de una mujer que sólo me hizo caso (por decirlo de alguna manera) durante poco menos de un año y después nada quiso conmigo más allá de una amistad, algo contra lo que yo me rebelé a lo largo de seis largos años, hasta el borde de una irracionalidad digna de mejores causas (eso en caso de que la irracionalidad sea digna de alguna causa). Yo lo llamaba amor, pero más bien fue una obsesión enfermiza, un afán por adueñarme de otra persona a como diera lugar y de aborrecer a todo aquel que pudiera acercársele. Mi mente obtusa no podía comprender como ella no se daba cuenta de que yo era su hombre ideal, mientras que quienes se le acercaban (a quienes consideraba uniformemente como unos patanes) no la merecían. Por fortuna, esa obsesión mía terminó y ella y yo somos hoy magníficos amigos. Es la misma mujer por quien escribí “Los tiempos tristes”, “Algo prohibido” y varias canciones más, como esta que aquí presento y que hace un breve recuento de cómo nos enamoramos y de cómo, cuando ella decidió no seguir conmigo, me negué a aceptarlo y me empeñé en seguir cerca de su persona.
  La música es una escala descendente en sol mayor, con arpegios en la guitarra, un poco en el tenor de “Blackbird” de los Beatles. La melodía me parece lograda y bella en su tono melancólico. La grabé en el estudio de Adolfo Cantú, posiblemente en el 2004. Yo estoy en la voz y en la guitarra y Adolfo se hace cargo de los efectos de sintetizador con un cierto aire de orquesta de cámara (sería estupendo poder grabarla alguna vez con instrumentos reales).
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¿Cómo fue?

¿Cómo fue? Dime cómo.
¿Cómo fue que empezó todo?
¿Cómo fue? Yo no lo sé.
Una luz repentina que quebró mi rutina.
Una voz que dijo sí y luego dijo...
“No, hasta aquí, no te acerques más.
No quiero arriesgar.
No te puedo amar porque hay alguien más
Sólo quédate ahí”.

¿Cómo fue? Dime cómo.
¿Cómo fue? Yo lo ignoro.
¿Cómo fue? Quisiera saber.
Tu risa contagiosa de niña maliciosa.
Un beso que dijo sí y luego dijo…
“No, hasta aquí, no habrá uno más.
No insistas ya.
No te puedo dar lo que pides tú.
Sólo quédate ahí”.

¿Cómo fue –dime cómo–
que te amé como un loco?
¿Cómo fue que me enamoré
de tu suave piel, de tu olor,
de tu edad, de ese ombligo fiel?
No me iré, no me iré.
Me quedaré ahí.
No me iré, no me iré.
Me quedaré ahí: donde digas,
donde ordenes, pero me quedaré.




(Hugo García Michel / Derechos reservados)

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